lunes, 9 de febrero de 2009

Atardecer


Dedico esta historia a una persona que quiero y estará pronto de cumpleaños
Feliz cumpleaños Natalie!!!





Me levantó derrotado en un eterno y vacío atardecer, no puedo ver mas allá del horizonte, todo confunde una pequeña norma alada de compatibilidad a mi existencia. Avanzó unos cuantos metros la tierra reseca se cala entre mis pies descalzos, aunque está reseca y puedo sentir las grietas, el sol calienta, pero no arde, a lo lejos puedo distinguir lo que apenas como un zumbido llega a mis oídos, tal vez solo el susurro del viento, me acercó, trato lo mas veloz, mis pies no responden y solo puedo ver el viento que a mi alrededor me empuja, y avanzo unos centímetros, no veo piedras, ni vegetación, no veo arena, no hay nada conocido, solo tierra. A lo lejos algo se acerca, lo sé, porque vibra el suelo, puedo ver una nube de tierra que se levanta alto, pero no oigo nada aparte de ese zumbido, continúo avanzando, como pueda, me impulso con todas mis fuerzas, el aire es espeso,

puedo palparlo, me aferro a lo que puedo, y exprimo toda la fuerza de mi cuerpo, avanzo unos metros y así sucesivamente. De pronto descubro que lo poco de reacción que le quedaban a mis abatidas piernas ya no existe, estás se niegan por completo, pero no languidezco, me yergo firme entre un frondoso y fuerte manto incoloro, me rodea, como lo había hecho hasta este momento, estoy varado.

Se acerca, ya casi distingo, entre la nube de tierra.

Avanza fuerte, retumban la grietas. Grito a ver si alguien contesta, pero mi voz no la oigo, no importa cuando hable susurre o grite, solo puedo oír ese penetrante zumbido cada vez mas fuerte.

El cielo penetra, mis ojos marrones se tornan en un profundo cobalto, se acerca, sigue un recorrido perfectamente recto, no cambia su velocidad, parecía avanzar muy rápido, pero no, se mueve lento, dos espejos perfectamente circulares reflectan la luz, no refleja mis ojos sino mas bien el camino, se detiene a cuarenta pasos es un vagón, cuatro grandes ruedas lo sostienen, no tiene muros, pero si techo, puedo ver los asientos que no están formados, no hay pasillo, las sillas afirmadas al piso por unos burdos remaches, no poseen orden, unos fierros que en un origen servían para la seguridad de los usuarios, ahora solo sirven para sostener el cielo.

El freno rechino un poco mientras se detenía, olvidando todo, comencé a caminar, y sin mas subo, me siento en el último asiento, el carro comienza a moverse lentamente, se pueden oír los engranajes chirriando, ese sonido metálico, corroído y oxidado, se mueve contra horizonte.

No hay conductor, no hay manubrio, no hay nada más que asientos.

Tres personas van sentadas, un puesto hacia adelante por la izquierda se encuentra un hombre joven, esta dormitando, mantiene un fierro bien apretado en sus manos, como si alguien le fuese a atacar, mas adelante de él por el mismo lado una mujer ya anciana, solo puedo ver su espalda curvada y su cabello grisáceo suelto.

El hombre despierta sobresaltado, balanceando de un lado a otro la barra metálica, como si quisiese golpear algo, se había levantado se su silla, frenético la busco sin mirar con sus manos para volver a posarse en ella. Giraba su rostro y su vista de un lado a otro, perseguido, contonea sus ojos de lado a lado, tiembla y vuelve a abrazarse a su barra. Un momento mas tarde se encuentra dormitando de nuevo, puedo observarlo llevar a cabo el mismo comportamiento una y otra y otra vez, despierta alocado, y defendiéndose de un enemigo imaginario, diez minutos mas tarde se sienta sin ver atrás, y veinte minutos mas tarde se vuelve a dormir, así se mantiene por otros veinte minutos para volver a despertar sobresaltado. Doce veces lo vi realizar el mismo ritual sin chistar, sin perderlo un solo momento de vista, estaba a punto de despertar su decimotercera vez, cuando puedo ver a la anciana levantarse y girar, camina hacia la parte trasera, va a pasar junto al hombre justo cuando este despierte.

-Cuidado señora, ¡ya va a despertar!- Grito pero no ocurrió nada, aquel sujeto no despertó, no se movió, ni siquiera reacciono al grito, es como si ni siquiera supiera que estoy aquí.

- Él realmente no está aquí, no ve, no siente, no escucha, a nadie- Se acercó la mujer, quedo unos momentos atascada entre dos asientos mal posicionados, y prosiguió a sentarse a mi lado.

- Jovencito, y ¿por qué esta usted aquí?- Preguntó sin aires de critica.

- No lo sé señora-

- Todos tenemos un motivo-

- No lo sé, señora- Nos quedamos en silencio, no tenia nada que preguntar.

- Llegaste caminando-

- No podría responder afirmativamente a eso-

-Ya veo- Contesto pensativa.

- ¿Y ese hombre es igual al que dormita?- Inquirí refiriéndome al sujeto con aspecto de militar sentado al otro extremo, durante todo el tiempo que he estado aquí el no se ha movido un centímetro, lleva una gorra militar y un parche en el ojo izquierdo, su traje verde empolvado, denota que no ha sido tocado en mucho tiempo, conservaba la mirada nublada fija en el piso.

- No, ni siquiera se parecen, aunque es verdad, ese hombre tampoco habla, él esta catatónico- Afirmó como si supiera claramente de lo que hablaba.

- ¿Por qué se comporta así?-

- Porque es lo único que puede hacer-

- Entonces el seguirá así, siempre-

- No, el es una mala persona, le queda poco tiempo-

En unos instantes él hombre despertó, dio un brinco sobre el asiento sobresaltado, y perdió el equilibrio, cayó por el borde. Vi su rostro desesperado tratando de aferrarse a algo mientras caía, en ningún momento soltó la barra de fierro. La caída no fue muy fuerte, la velocidad en ningún momento fue alta, rodó por la tierra estéril, inmediatamente se puso de pie, temblaba de pánico se apresuro en correr y volver a subir, se empeño con todas sus fuerzas, era sorprendente el esfuerzo que realizaba, dado a la ridícula velocidad del coche, no importaba que tanto corriera no podía alcanzar el carro, siguió corriendo con el mismo esfuerzo por tres kilómetros, estaba cansado, pero sin importar que seguía corriendo, cual le persiguieran.

- ¡Ya casi llegas!- Grité, el hombre de dos saltos ya casi alcanzaba la parte trasera del carro. Me acerqué al borde, me afirmé a una barra de las que sostienen el techo, y extendí mi mano, de seguro así podría volver a subir.

- !!!No lo hagas!!!- La mujer que no había alcanzado a detenerme gritó desesperada.

El sujeto casi tenia mi mano, pero antes de que este la tomara la retiré. Vi el rostro de sorpresa y desilusión de aquel sujeto, no siguió corriendo, miro como el carro se alejaba, miro mis ojos, y no se que vio, sin embargo yo vi el horror a través de sus ojos, bajo la vista, soltó la barra, se miro las manos y se desvaneció, el polvo que dejo atrás el carro cubrió el camino.

- De haber alcanzado tu mano, te habría arrastrado consigo, no te sientas mal por él, era un mal hombre-

No importó lo que la mujer me dijera, sentía desesperanza por abandonar a un hombre atormentado, no me importó si era malo o bueno, solo sé que su rostro decía que necesitaba ayuda, que yo se la pude brindar y al fin cruelmente se la negué.

- No te sientas mal, hace mucho que era su hora, debía pagar sus deudas, por eso estaba tan asustado, no quería enfrentarse a lo que le tocara-

La mujer se levanto de mi lado y volvió a su puesto original, no podía pensar en nada, el cielo seguía en el atardecer, no podía dejar de pensar en aquel hombre, donde estaría ahora.

Las horas, los días, el tiempo pasaba, pero no por nosotros, se percibía, sabíamos que pasaba, pero no afectaba el cambio o el transcurso de nuestras vidas, no había cambios, todo era perfectamente igual, aunque nos moviéramos el paisaje seguiría siendo el mismo, ya me había habituado a la monotonía y sinergia, cuando el carro se detiene, esta vez sin ningún chirrido, no fue un golpe brusco, lo hizo lentamente disminuyendo poco a poco la velocidad, por una esquina se desplegó una escalera, no me había percatado pero por ella yo había subido, vendría alguien más. La mujer nuevamente se levanto y giro en mi dirección. Se sentó donde lo había hecho anteriormente y me hablo.

- El camino no es largo, tampoco agotador, solo es eterno, podrás tener todo el tiempo existente, pero lo único que necesitaras deberás encontrarlo a través de otros, ¿Por que has llegado aquí? sin importar que pase..- La mujer se levanto y se acercó a un asiento al borde del carro -... puedes estar seguro de que yo siempre te amaré- Bajo los escalones y brinco afuera, cada escalón que avanzaba su piel se hacia mas tersa y su cabello mas negro para cuando estaba abajo solo tenia veinte años. No pude controlarme me levante presuroso y corrí al borde pero el carro partió, mas rápido de lo que había andado antes, desestabilizo mis pies y no me pude mantener erguido me acerque al borde como pude gritando

-¡¿Quién eres?! ¡¿Quién eres?! ¡¿Quién eres?!- Me lanzaría al vacío, sea como sea debía alcanzarla, pero algo me inmovilizo por la espalda, no pude soltarme, ni moverme, Tal vez si había subido otra persona.

- Aún no es tu tiempo, si saltas no podrás volver a subir- Pude observar que lo que no dejaba moverme eran los brazos de alguien.

- No me importa debo alcanzarla. Quien es ella-

- Ya la recordaras-

Miré a lo lejos solo se veía una pequeña figura, el viento la envolvía, y se desvaneció. Aún estaba apretado, observé a un costado pude ver un rostro anguloso, no mucho mayor a mi, y ese parche negro, su mirada no estaba perdida, sino más bien era calida, exactamente como me había mirado esa mujer antes de bajar del carro, era el hombre catatónico, me liberó del broche de sus brazos, sentí que languidecía, giré y no pude contener llorar sobre su pechera verde olivo, extendió un brazo y lo paso por mis hombros.

- ¿Quien eres tú?-


***Fin?***