sábado, 19 de enero de 2008

Tiempo: Primera parte



- Lleva una semana sin salir.
- Dicen que se volvió loco.
- No ha comido ni bebido nada.
- Ni siquiera se mueve. Tal vez ya este muerto.
- No, no lo está, a veces cuando todo esta en silencio puedo oírlo susurrar.
- Entonces pronto lo estará.

En la habitación oscura, se ve con claridad el aura mística y equivoca de unos casi inexistentes lamentos. Murmullos entran por las rendijas de la puerta, y con toda fluidez se escurren por la chapa sin llave, “Está loco” se adhieren pegajosos al pensamiento, vagos pensamientos, sin embargo ya no tengo nada, solo un recuerdo; vacío, puro y neto vacío grisáceo. Recuerdos. Sí, recuerdo que exactamente de las 10:24 AM de hace tres días siete horas y treinta y seis minutos no recuerdo nada, no es acongojante, simplemente no hay nada en mi mente, pero en este preciso instante me muero, me ahogo, es un intenso y mortífero extrangulamiento, sitiado más al sector del corazón que la zona de los pulmones, paraliza la respiración, desvía los sentidos, escarcha mis ojos, los revienta sin mas dolor, el cuerpo se debilita y trata se ensimismar mis pensamientos, mi pecho se contrae, y ya no existo más…me muero.
—Por que lloras…
—No estoy llorando, no ves que mis ojos están secos.
Voces más allá, los murmullos incansables continúan irrumpiendo mi mente, no se puede evitar, ni con el más esforzado ahínco, no se puede alejar la molestia, dejar de oírlos o mirarlos, imposible.

- HABLA SOLO.
- YA SÉ VOLVIO LOCO.
- DEBE DE ESTAR MUY HERIDO.
- POBRE

No estoy loco, aún no, aunque no puedo saberlo. Hay veces que no puedo sentir mi cuerpo, tampoco siento mi mente. Todavía debe ser de día y... perdí la cuenta. ¡Dios mío! Perdí la cuenta. Sin saber nada, lo único que te queda es contar, ya no sé en que minuto ni segundo iba. Llevo algún tiempo sin dormir, mi brazo izquierdo está levemente rígido, tal vez me duele, aún es de día lo sé porque puedo distinguir claramente un asqueroso color un poco violáceo otro tanto rojo que adorna mi brazo ennegrecido, el pecho también lo tiene. Un olor dulzón inunda mi cuarto, no, no es del cuarto; es de mi rostro que también gotea. –Se incorpora, lo intenta lo mejor que puede, tiene un brazo extraño, languidece, y el terrible aroma a fierro transpirado marea. Una pequeña ventana cerrada deja entrar un lazo de luz hasta el suelo, no hay nada, la habitación esta por completa vacía, a su derecha una silla con un jarro y unos paños blanquecinos lo único ajeno a oscuridad– Mis piernas están cubiertas por la cáscara dura que formaron los paños húmedos al petrificarse, están mucho más tiesos y sucios que los de la silla, están pegados, no los puedo quitar con facilidad, la sangre brota a raudales ahora, no puedo ver mis piernas...